Si sólo se retrata a personas ciegas que tienen éxito, que están llenas de vitalidad, coraje o que son especiales, se provoca una distorsión en la imagen de la discapacidad visual. Para evitar esta situación, las personas con baja visión también deben formar parte de la Historia. Ellos buscan su espacio social enfrentándose a unas condiciones más difíciles que para cualquier otra persona. Tienen talento y todos los días superan barreras que les impide llevar una vida digna. Son individuos con una gran capacidad de lucha y que merecen el respeto de los demás.
Este libro presenta las declaraciones de un grupo heterogéneo de hombres y mujeres que dan muestra de la diversidad de patologías visuales a los que les une el hecho de ser personas con discapacidad visual sin llegar a la ceguera. El punto clave es ser consciente de no ver con claridad, es cuando el corazón es tocado y el cerebro empieza a operar de una manera radicalmente distinta para darle la vuelta.
Los voluntarios abrieron sus corazones para mostrar sus vidas sin ningún reparo. Contaban cómo era su forma de ver, el nombre de su patología o enfermedad visual, o si tuvo un accidente. Explicaban cómo se desenvolvía en su vida cotidiana con el resto de visión que les quedaba, y lo qué pediría si le concedieran un sólo deseo. Hablaron de sus alegrías, y de sus desdichas con auténticas lágrimas derramadas. Algunas de las historias han sido vividas y otras se están viviendo.
«Aunque tengo reducida la visión central por la calle voy sin bastón ni nada. Con mucha precaución de mirar al suelo para no tropezar y caerme, o chocar con las barras que hay por las calles que no se aprecian. Más de una vez me he quedado con la nariz casi pegadas a ellas. »
«Cuando le toca pasar la revisión, todo el mundo me dice “Si no la pasa es bueno. Eso significa que su visión es mejor”. No es verdad. No es bueno. Sería bueno si no tuviese que a ver ido a la ONCE. Pero no me vale como consuelo, porque si mi hija tuviera en vez de un 0,10 que es el límite de la afiliación, tuviera un 0,15 ya no me la afilian. ¿De verdad eso es una buena visión? ¿0,15? Si me dices a tu hija le sale 0,75 ¡Joder! Pues no me voy a quejar. Eso lo entiendo. Pero con un 15% de visión ¿No estás afiliada a la ONCE? »
«Estaba a mitad de carrera cuando me diagnosticaron la enfermedad. Desde el principio me decía la oftalmóloga “no vas a poder trabajar, no vas a poder estudiar”.... es más me dijo “si terminas de estudiar no vas a poder trabajar. Mas vale que dejes la carrera porque te va a costar mucho trabajo”. Y me dije “voy a terminar como sea”. Estudié y terminé. Lo que pasa que no he trabajado prácticamente de lo que he estudiado porque lo veía imposible. Tenía que leer, tenía que… no sabía cómo. Si yo ahora, con todo lo que se, tuviese que trabajar seguramente me hubiera desenvuelto mejor y hubiese trabajado. Por aquel entonces no estaba afiliada a la ONCE. Con 20 años fui pero no me afiliaron. Tenía 0,3 y 0,2. Lo que he trabajado ha sido en el campo en la recolección de la aceituna y poco más. Porque veía que podía hacerlo pero lo otro no. Y ya está.»
Los lectores compartirán muchos momentos, reirán con ellos y llorarán con sus amargas experiencias. Son historias con minúscula que narran una convincente realidad humana.
Idioma: Español
Por (autor): Matías Sánchez Caballero
Número de páginas: 170'
Publicado en: agosto del 2020